Las haciendas yucatecas fueron las productoras del oro de su época, regalando una herencia arquitectónica como ninguna otra en el país.
La hermosura de Yucatán no solo se queda en sus maravillas naturales, el estado también ha enamorado a millones de personas con su gastronomía, cultura, historia y sus bellas edificaciones. Las haciendas son parte fundamental de la arquitectura yucateca, ya que ellas son evidencia de la grandeza que siempre ha tenido el estado; además de ser parte fundamental de la historia yucateca.
Haciendas Yucatecas, su historia y grandeza
La palabra “hacienda” tiene un origen en el vocablo del castellano antiguo facienda o fazienda, que se compone del léxico latin facer (hacer), más el sufijo -nda; traduciendo la palabra como “lo que ha de hacerse”. Y cumpliendo a la definición de la palabra, las haciendas se dominaban como un conjunto de bienes destinados a la producción.
No obstante, las haciendas yucatecas comenzaron con un objetivo menor, el de ser la estancias de los encomendado españoles. Sin embargo, al ver la importancia de los puertos de la región, y la gran riqueza de la tierra, estas estancias fueron creciendo en extensión y número para comenzar con la producción de ganado y agricultura como la caña de azúcar, algodón o maíz.
El auge de las haciendas productoras comenzó en el siglo XVII, convirtiéndolas en grandes propiedades que estaban compuestas por una casa principal, símbolo de opulencia e importancia de esa hacienda y de la presencia del hacendado; una capilla o iglesia; la casa del administrador; el dispensario médico; la bodega de útiles de trabajo; la casa de máquinas; la chimenea; los tendederos; el calabozo que servía para el castigo de infractores; las norias que repartían el agua y las casas de los trabajadores de mampostería y teja.
Pero la época más importante de las haciendas yucatecas, comenzó con su segunda etapa; cuando estas se dedicaron a la producción del llamado oro verde.
Los hilos de henequén fueron el codiciado oro verde de la región peninsular durante el siglo XIX; pues la producción de este producto ayudaba a la creación de muchos otros como costales, sombreros, calzado, tapetes, muebles, etc. El apogeo del henequén aumentó con el invento de la raspadora mecánica para desfibrar,hecha por José Esteban Solis en 1852, quien pudo desfibrar 6,300 pencas en 21 horas.
La época de las haciendas terminó en 1940, cuando la creación de las fibras textiles acabó con la industria del henequén.
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Arquitectura y belleza hacendada
La arquitectura de las haciendas yucatecas se concibió bajo sus dos épocas de esplendor, pues mientras eran casas dedicadas a la ganadería; las haciendas se irguieron con una casa grande que servía como centro de la actividad productiva. Asimismo se pueden ver los antiguos establos, los arcos mixtilíneos o de medio punto, ligeramente enmarcados y descansando en columnas de gran sencillez.
Con su transformación a casa de producción de henequén, la arquitectura de las haciendas dio paso a nuevos estilos en las casas principales y en la añadidas casas de máquinas y su chimenea. Además el creciente auge económico, permitió que modas arquitectónicas europeas también se combinarán en la haciendas como la ecléctica, neoclásica, neogótica o mudéjar.
En la mayoría de las haciendas yucatecas podemos encontrar llamativos frontones en sus fachadas y arcos de gran tamaño como marcos de entrada. No obstante, estas arquitecturas se distinguen por tener una adecuación singular con su entorno natural, rasgo que proviene de la antigua arquitectura maya: espacios extrovertidos, luminosos, ventilados.
Actualmente existen muchas haciendas yucatecas que se salvaron del pasar del tiempo, gracias a programas de restauración que han permitido convertirlas en museos, hoteles, casa boutique que ofrecen a sus visitantes ese antiguo placer de admiración arquitectónico, de opulencia y majestuosidad de un época antigua.
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